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Dicen que fue enterrada viva y por eso hasta su tumba llegan miles de personas...

En el Cementerio Colón, en La Habana, una de la tumba más visitada es aquella que guarda el descanso eterno de “La Milagrosa de Cuba”, quien en vida se llamó Amelia Goiry de la Hoz.   Esta mujer murió un mes de mayo de 1901,  con solo de 23 años de edad y a consecuencia de un parto traumático que no rebasaron ni ella ni su pequeño hijo.

Su sepulcro se volvió popular poco tiempo después. ¿Quieres conocer las razones?

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Pues bien, una de las razones míticas de esta historia te las cuento enseguida.  Según los cubanos del pueblo, una vez exhumado el cuerpo de Amelia Goyri de Adot y su bebé, aparecieron ante los ojos de los vivos, dos seres sin grado de deterioro alguno.

A esto se le suma que la muerta abrazaba al pequeño contrasu pecho, lo cual era imposible pues el hijo fue enterrado a los pies de lamadre y, ni siquiera junto a ella.  Es decir,que ante la posibilidad de haber sido enterrada viva, le era físicamente imposible, debido a las dimensiones del ataúd, arrastrar el pequeño cuerpo hasta sus brazos.

Un amor más allá de la muerte

La historia de amor entre Amelia y su primo Vicente Adot le da los toques necesarios a esta leyenda. Aunque la familia de “La Milagrosa de Cuba” se opuso a este noviazgo, el matrimonio de ellos y su amor  ni siquiera pudo interrumpirse con la muerte. Inconforme y profundamente enamorado de su esposa, Adot fue cada día durante varios años al Cementerio de Colón a visitar a su amada.

Se dice y se repite en la Isla que aquel joven y que llevó sus modales de caballero para con su esposa hasta el camposanto. Así, cada vez que visitaba la tumba de Amelia, él, su eterno enamorado, hacía el siguiente ritual después de depositarle flores.

Primeramente Adot tocaba tres veces la argolla superior derecha de la tumba, después hablaba con ella y sin darle nunca la espalda se retiraba del camposanto.

Hoy día miles de personas dentro y fuera de Cuba al lugar donde descansan los restos de esta mujer. La llaman “La milagrosa de Cuba”.

Una vez allí los forasteros repiten el ritual del Vicente de Adot, hacen su pedido y se marchan, por supuesto sin darle la espalda. Las mujeres embarazadas, sobre todo, son las que más asisten a este misterioso y romántico sitio.

 

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